
(Amb el títol “Sobre la Constitución Española”, avui publica “La Comarca” d’Alcanyís, l’article que podeu llegir tot seguit)
” José Miguel Gràcia*
Escribo estas líneas el día 6 de diciembre, trigésimo segundo aniversario de la Constitución Española. Una constitución basada en el acuerdo y la ilusión de una gran parte de la sociedad española. Una constitución que iba a devolver la soberanía al pueblo español, cuyos derechos habían estado pisoteados durante cuarenta años por la dictadura franquista —Franco y todos los que desde sus privilegios no dejaron de apoyarle—, mezclando lo divino con lo humano, el dinero con la ideología y la violencia con el populismo. En un terreno bien abonado para el cambio, casi todas las fuerzas políticas hicieron gala de unas necesarias renuncias a parte de sus principios ideológicos y de una tenacidad y voluntad de cambio encomiables. En una transición sin ruptura siempre aporta más el ajeno al régimen que se trasforma, pero como los resultados, en nuestro caso, fueron excelentes…
Los que superamos ahora los cincuenta años, en mi caso con demasiadas creces, pudimos ir a votar con mucha ilusión, ganas de cambio y gran esperanza en el futuro. No le han ido mal las cosas a este país nuestro después de aquello…
Hoy 6 de diciembre de 2010, escucho en la radio y leo en los periódicos afirmaciones muy similares a las que yo hago, pero menos ilusionadas e incluso en algún caso, críticas a algunos aspectos de los resultados de la transición. Pensemos que es la crisis económica la que nos envuelve y condiciona.
Dicho todo lo cual, quiero dejar patente mi convencimiento sobre el poco interés que despierta la necesidad de introducir cambios en nuestra Constitución que ya tiene 32 años y la sociedad española y el mundo en general ha cambiado mucho. Nadie me negará el principio que dice: “solo se reforma aquello que se quiere conservar”. Pues bien, la Constitución Española, a mi modo de ver, necesita reformas importantes. Sin pretender ser exclusivo, en los siguientes párrafos, indicaré unas cuantas:
Todos aquellos artículos o declaraciones que hacen referencia al proceso preautonómico no tienen ningún sentido después de tantos años de funcionamiento de las autonomías. Solo hacen que ensombrecer el texto.
La llamada Cámara Alta, el Senado, con su representatividad numérica provincial, un poco corregida, se ha convertido en un organismo hueco, sin funciones reales —si es que alguna vez las tuvo—, más bien un lastre para el Estado. Aquello de la Cámara Representante de las Autonomías que había de ser, se ha guardado en el baúl de los recuerdos.
En cuanto a la Corona hay que corregir el artículo 57 en el que se refiere a la discriminación femenina cuando se dice “Príncipe heredero”, “legítimo heredero” y “el varón a la mujer” para el orden sucesorio. Mis preocupaciones no van por el camino de la Monarquía, lo cual no me priva de hacer la denuncia.
Primero la Comunidad Europea y ahora la Unión Europea han venido absorbiendo lógicamente competencias fundamentales de los Estados, a costa de reducir las de estos. Procede una revisión de algunos artículos de la Constitución.
De una vez por todas el Estado Español debe declararse laico a todos los efectos, sustituyendo la declaración de aconfesionalidad y el mantenimiento de relaciones especiales con la Iglesia Católica.
La intocable división territorial por provincias, el mantenimiento de las Diputaciones y otros organismos y su identificación como circunscripciones electorales, anula o entorpece cualquier otro desarrollo racional comarcal o territorial dentro de cada autonomía y fomenta la desafección política.
Aunque la pena de muerte esta abolida en nuestra Constitución, queda vigente la de “en tiempos de guerra”. Si la Ley Orgánica 11/1995, la abolió definitivamente, ¿por qué ha de permanecer en la Constitución?
No le iría mal a nuestra Constitución algunos cambios, de tipo más bien simbólico o no tan simbólico, que hiciesen más cómoda la pertenencia al Estado Español para algunos territorios. Una asimetría simbólica, racional y respetuosa une mucho más que una simetría impuesta e ineficaz.
Me temo que una gran corriente de pensamiento y del poder actuales va por caminos bien diferentes de los que yo he propuesto en mis deseos de reforma de la Constitución. Sus objetivos son de retroceso en el proceso de libertades y de vuelta a un mayor centralismo. Las dos grandes fuerzas políticas no dan demasiadas muestras de sus deseos de reforma, tal vez la izquierda un poco más que la derecha. Su excusa es el peligro de abrir el melón constitucional. Las consecuencias pueden ser que el melón se pudra o que se convierta en calabaza.
Repito la sentencia: “solo se reforma aquello que se quiere conservar”.
*Escritor”
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