(Publicat al Diario de Teruel)
No cabe ninguna duda que una gran parte de la ciudadanía española está hastiada de los partidos gobernantes, muy concretamente del PP, con sus incumplimientos del programa electoral, por sus casos de corrupción que se extienden por doquier, por los recortes de derechos laborales y civiles en general, por la recentralización del Estado, por la reinterpretación restrictiva de la Constitución y por tantas otras cosas más. Si bien al PSOE no se le pueden imputar una gran parte de las políticas y modos de gobernar del PP, los casos de corrupción, sus inconsistencias y la poca sintonía que ha demostrado respecto a las demandas sociales, le han colocado en una posición de igual o parecida desafección por parte de los ciudadanos. Alguien me dirá con razón que no todos son iguales, pero lo que importa a la hora de la verdad es el sentimiento mayoritario. Este sentimiento colectivo de renovación y cambio de las estructuras del Estado ha pasado por encima del bipartidismo. Ni la crisis económica, ni las grandes reformas que demanda el sistema democrático español, parecen labor apropiada para los viejos partidos alternantes en el poder desde el 78.
A pesar de todo lo cual, no deja de sorprenderme la facilidad con la que las nuevas formaciones políticas —Podemos, Ciudadanos y algunas más de menor impacto global— han podido hacerse un espacio tan grande, en algunos casos superior a los de los partidos tradicionales, en tan poco tiempo y con tan poca concreción programática. Puedo entender en parte el rápido crecimiento de Podemos, dada su preparación i oratoria, su facilidad para empatizar con los problemas de la mayor parte de los ciudadanos, la plataforma y tribuna capitalinas desde donde empezaron y el grado de cabreo de los españoles, entre otros motivos. Lo que se hace prácticamente imposible de entender es el encumbramiento de Ciudadanos en todo el territorio español. En muy pocas semanas Ciudadanos ha emergido como una fuerza que amenaza tanto al PP como al PSOE, y para más inri un partido de origen catalán. Yo creo que el desconocimiento que se tiene de este partido fuera de Cataluña es inquietante. ¿Si se conociese su nihilismo programático, si se conociese como se comportan y lo que votan en el Parlament catalán, si se conociesen su origen, objetivos y la proveniencia de sus fundadores, nadie con sentido común podría considerar a esta formación como un partido de izquierdas, ni incluso de centro? Curiosamente Albert Rivera ha seguido el mismo modelo de promoción y ascenso que Pablo Iglesias. No obstante, alguna cosa deben tener ambos para encandilar a jóvenes y no tan jóvenes… ¿En el caso de Ciutadans, no será que la parte de España, cada vez más centralista, ha captado el anticatalanismo de Ciutadans y eso les excita de manera incontrolable?
Sin negar que tanto Iglesias como Rivera han sabido venderse muy bien, yo tengo o creo tener, al menos, dos explicaciones al fenómeno Podemos y Ciutadans. En primer lugar y fundamentalmente ambos han dispuesto a discreción de plataformas televisivas para vender sus excelencias un día sí y otro también. Analizar el por qué de estas facilidades puede ser un tema interesante para los especialistas. La segunda explicación a la que me refiero no es otra que la ausencia de alternativas reales al modelo bipartidista español que se va desmoronando como un castillo de naipes. En estas circunstancias lo importante es el cambio de protagonistas políticos, en tanto que la validez o capacidad de los nuevos es un hecho menos relevante. Se le ha dado la vuelta al aforismo para convertirlo en “más vale nuevo por conocer que malo conocido”. Primero cambiemos, después ya veremos. A decir verdad, de las peroratas de las nuevas formaciones políticas no se desprenden los grandes cambios que el país necesita.
El Parlamento ha dejado de ser el lugar de hacer política y se ha desplazado a los platós televisivos. Puede, no obstante, que cuando los españoles introduzcan las papeletas en las urnas, tiendan a olvidarse en parte de lo escuchado en las televisiones. Si así fuese la pregunta implícita que se harían podría ser: ¿y ahora a quien voto yo? El caso de Cataluña con su proceso independentista tiene mayor complejidad, o menor según se mire, pero este es otro tema.
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