(Publicat al Diario de Teruel, el dimecres 13 de febrer del 2008)
José Miguel Gràcia*
Que la Iglesia Católica no es una institución democrática es más que una evidencia; para algunos de sus dirigentes es una distinción, tal vez una cualidad sin la cual perdería eficacia la institución. Reunidos los cardenales en Cónclave, iluminados por el Espíritu Santo, eligen al Papa. Todos los miembros del Cónclave han sido elegidos por anteriores Papas. Desde hace, digamos, dos mil años, así funciona este círculo involucionista. El pensamiento y la decisión humana exclusivamente no tendría sentido, la racionalidad humana en solitario no alcanzaría a ver el bien supremo para elegir el máximo representante de Dios en la tierra. Imaginemos qué pasaría, si las decisiones empezasen a crecer desde las más remotas bases: en el mejor de los casos se perderían en el camino.
Por aquellas cosas del azar, ahora se aproxima una ocasión de oro en la que tanto católicos, no católicos, como no creyentes podrán votar a la jerarquía católica española, o a gran parte de la misma. Cuando se introduzca la papeleta en la urna, el próximo nueve de marzo, con los candidatos de un determinado partido político, llamado Popular, no solamente se votarán los nombres que allí figuren: Sr. Rajoy, Sr. Pizarro, Sr. Aceves, Sr. Zaplana, etc., etc.; de forma implícita estarán también los nombres y la ideas de los obispos y cardenales, Sr. Rouco, Sr. García Gasco, Sr. Martínez Camino, Sr. Cañizares y muchos más. En el paquete irá también la emisora de los obispos y algún otro medio de comunicación. La última declaración de la Conferencia Episcopal ha venido a “emplatar” lo que durante toda la legislatura se había venido cocinando, con declaraciones y manifestaciones en las calles de Madrid. Todos los partidos políticos han protestado con la excepción del PP. ¿Por qué había de protestar si todo lo declarado por los obispos va en su programa? Repito, los españoles tienen una ocasión de oro para votar o no votar a los Sres. obispos y cardenales, el próximo nueve de marzo.
No deduzcan de mis palabras que quiero privar de la libertad de expresión a la jerarquía eclesiástica, nada más lejos de mi voluntad. Ahora bien, no estoy de acuerdo en que los señores obispos estén, a la vez, en el cielo y en la tierra. Que blandiendo el evangelio pretendan desviar el voto de los españoles hacia un partido político de forma tan clara. Si con la razón no se alcanza la existencia de Dios, si que podemos entender gran parte de los comportamientos de los hombres, en este caso, el de los obispos.
La declaración de los obispos llegó a su mayor grado de inmoralidad en el punto de la no negociación con los terroristas, los mismos razonamientos del PP. Todos han negociado, hasta los obispos. ¿Dónde está el deseo de perdón, de paz y de caridad cristiana? No entenderé nunca cómo han caído en la trampa. ¿O son ellos la trampa?
El presidente de la Conferencia Episcopal ha pedido que se reduzca la tensión y ha vuelto hablar desde el evangelio. ¿Por qué no retiran o rectifican las afirmaciones más críticas de su declaración? ¿Por qué no reducen la tensión desde su emisora? No se puede ir a la procesión y repicar las campanas. Ahora que el PP dice que retirará, si gana, el canon digital: ¿por qué no amplía su decisión al canon eclesiástico?
¿Hasta cuando hay que esperar para denunciar el Concordato, claramente anticonstitucional, y declarar la laicidad del Estado? “Largo me lo fiáis” —alguien me dirá—, si ni tan solo se cumple la no confesionalidad que se establece en la Constitución… ¿Por qué no se expresan, de una vez por todas, los fieles católicos que no estén de acuerdo con la jerarquía eclesiástica?
Siempre dentro del ámbito de lo político, el nueve de marzo, los españoles podrán votar a los Sres. obispos, o botar a los Sres. obispos?
*Escritor
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